domingo, 13 de marzo de 2011

Técnicas contemporáneas de creación y raíces culturales, taller de composición

He sentido y percibido siempre, con respecto a este bello arte, la música, que simplemente cada persona tiene su propia verdad, como se ha dicho antes, uno puede vibrar con el tango y otro lo puede detestar, es un campo muy amplio y vasto de distintas percepciones y sentimientos, por lo menos mi verdad, es que la música es de todos y para todos.

Decidir o imponer qué es lo que se debe hacer, cómo reaccionar y cómo reflexionar ante la ejecución de una composición propia, es como querer guiar el camino libre de un insecto.

Libertad, una palabra que a mi parecer es intrínseca de la música y de cualquier arte.
Competitividad, un sentimiento errado que ciega desde un amateur hasta los mas grandes maestros, un sentimiento que se manifiesta a ratos casi sin sentido, y muchas veces sin ser previamente detectado, la soberbia,  los egos disparados, menosprecio del otro o hacia el otro, autoestima demasiado baja o demasiado alta, egoísmo, envidia, o simplemente todo convertido en una gran carrera de quién es el mejor o quien pasará a la historia.


Siento que la música es un ente generoso, con vida propia, capaz de hacer aflorar las melodías mas prístinas y hermosas, las más melancólicas, locas o simplemente las más libres, un ser diverso en sus bellezas que es capaz de cobijar al hombre, cuando éste se vea desnudo ante el universo cósmico, sin armamento humano, sin necesidad de combatir, solo con la necesidad de plasmar sus propios sentimientos primitivos con la esperanza tenue de que alguien los escuche, en una simple melodía, en una simple escritura, en un simple canto, eso para mi es despojarse de todos los apriori que nos atormentan, que nos frustran y distraen de lo que realmente importa. Imagino que cada ser en amistad con la música debe tener su propia razón y su propia motivación.

 Intento cada día tratar de saber quién soy, a donde quiero llegar, en qué me quiero convertir, qué mensaje quiero entregar, etc, pero aun los desvelos están presentes. Lamentablemente, aparte de lidiar con las disyuntivas propias de un músico, he tenido que saber lidiar con lo que significa ser mujer y músico a la vez.
Creo que las cargas de prejuicios, por lo menos en mi caso, han sido mayoritariamente influidas por mi entorno geográfico y cultural, por la gente con la que me he relacionado, con lo que han compartido conmigo, etc.. El tocar cuecas y a la vez huaynos, tararear tangos y sentir una admiración por las zamacuecas son parte de mi entorno, y no pueden pasar desapercibidos en mi conciencia musical.

Los conceptos de liberación y despojamiento en el texto me quedan muy claros, y creo que es un proceso arduo y extendido, tan dificultoso como pretender alcanzar el Nirvana, algo de muy trascendente, netamente personal, y un proceso en gran parte espiritual. Eso para mi es la Hipostasis, la esencia originaria del ser humano.

Mi verdad personal, es que para aprender a ser un verdadero amigo de la música, simplemente uno tiene que vivir feliz con uno mismo y sus locuras, no auto menospreciarse,  saber amar las creaciones propias como nuestros hijos, aunque sean las más pequeñas o las mas grandes, protegerlas, defenderlas, valorarlas a pesar de la no aceptación de nuestros vecinos cotidianos, a pesar de la alegría o de la apatía del otro, porque la música es abstracta, es plena, es diversa, es amiga de todos.

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